Juan Mateus Heredia, ingeniero agrónomo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), investigador, desde hace 27 años, en el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), aseguró que su amor, pasión y dedicación por la naturaleza, la agricultura, la siembra y el cultivo nació desde muy temprana edad.
Al menos hasta los siete años de edad, Mateus vivió en la finca de sus abuelos paternos. Su abuela Andrea era belga y su abuelo Leonardo era ecuatoriano, quien logró estudiar agronomía forestal antes de la Segunda Guerra Mundial. Sus abuelos vivieron en Estados Unidos y en Ecuador, pero, finalmente, se instalaron en Yaracuy, una región al centro-occidente de Venezuela, donde el agrónomo Leonardo aceptó el reto de producir plantas cítricas y de sembrar algodón, maíz y girasol.
Juan Mateus contó que su padre era perito ebanista, pero nunca ejerció. Siempre se dedicó a la agricultura. Este investigador confirmó que fue allí que comenzó su historia y misión de vida porque desde los cuatro y cinco años de edad ya sabía lo que era un cultivo, cómo hacerlo y para qué servía.
“Empezamos, los más adultos, a trabajar en la agricultura y tuvimos hasta tractores. Era una agricultura medio tecnificada. Aunque yo viví la transición, por ejemplo, usábamos escardilla. Ahora, se usa cultivadora acoplada a tractor. Nosotros teníamos 20 hectáreas y todavía existen. Por la maquinaria que llegaba a Yaracuy y al país, empezamos a ver pobreza. La gente perdía su empleo. Y nosotros no es que éramos ricos, pero los Mateus teníamos un poquito más, quizás, por el conocimiento que teníamos, y eso lo entendí desde pequeño: el conocimiento vence la pobreza, al menos, la pobreza extrema. Actualmente, nuestra maquinaria necesita recuperación; yo soy el asesor de mis hermanos en esa parcela. Somos 12 hermanos”, resaltó.
Explicó que los Mateus trabajaron, fuertemente y por mucho tiempo, con algodón y maíz en su terreno ubicado en Yaracuy, y con una parcela en Turén, estado Portuguesa.
Viruticas y observar
“Como agricultores, y en mi caso como estudiante de agronomía, vimos problemas sobre todo cuando sembramos algodón, una planta con plagas y problemas de fertilidad. Esta situación siempre me llamó la atención y despertó mi curiosidad. Yo no me entretenía mucho con juguetes, en su lugar, trataba de reparar cosas o ponerme a ver cómo las hormigas se metían en la cueva y yo le daba viruticas para que las cargaran. Mi papá también alimentó esa curiosidad comprándome un microscopio de plástico. Yo tenía 10 años, pero veía cosas; lo que veía ahí era una antenita, una patita, cosas así. Allí nació mi inquietud, pero esto no termina. Tengo 54 años y poseo mi microscopio, una lupa estereoscópica y una navaja. La navaja la llevo a todos lados; es mi instrumento de trabajo para ver cosas, sobre todo de microbiología o de ácaros, polen y semillas. Siempre me da curiosidad. Todavía hago lo que hacía de niño. Sigo tirando virutas en el suelo viendo un hormiguero. ¡Mi mamá dice que estoy loco, pero yo hago muchas búsquedas!”, subrayó sonriendo.
Juan Mateus recalcó que la información recogida en su vida también proviene de la interacción con los productores, con su familia, así como con los técnicos que lo visitaban de la Asociación Nacional de Cultivadores de Algodón, quienes se tomaban el tiempo para explicar a los niños sobre insectos y gusanos del algodón.
“Como vivíamos de la agricultura, queríamos tener lo mejor, la mejor cosecha y siempre fue una inquietud de mis padres y de todos nosotros. Eso fue un motivo para investigar y optimizar los procesos productivos. Cuando en el campo hay situaciones o problemas, podemos hacer una aproximación y en el IDEA tenemos técnicos y profesionales bien formados y eso ayuda a completar el trabajo, pero ya uno sabe qué es lo que está pasando, qué es lo que está administrando, qué es lo que está investigando, y cómo buscar la mejor solución al menor costo posible”, expresó.
El legado se comparte
Juan Mateus relató que, aunque sus dos hijos varones no siguieron exactamente sus pasos en la agronomía, ha logrado transmitir la información y promover el rescate, conservación y multiplicación de semillas en su propio hogar.
“Mis hijos de 28 y 20 años de edad comparten mi afición por la siembra y la multiplicación de semillas. A veces, me llevo plantas a mi casa para probar una nueva metodología, por ejemplo, multiplicación masiva de semilla de papa en bandeja multicelda que en el IDEA lo hemos probado. Y mi propia familia, mi esposa que es históloga y artista plástico, también trabajó en el IDEA, me dijo que, si he participado en la organización, diseño, adquisición de equipos, transferencia de tecnología y montaje de seis laboratorios de biotecnología en el país, puedo crear uno en mi casa y así fue. Compramos un estante que no es caro, pusimos la luminaria, un aire acondicionado y montamos un cuartito que mide 3 x 2 m. Ahora, mis dos hijos son los que controlan nuestro laboratorio casero. Hemos avanzado y ya podemos producir en forma constante y segura 4000 plántulas, bajo el sistema autotrófico hidropónico de papa, sin ningún problema”, manifestó.
El trabajo casero de la familia Mateus ha dado tan buenos resultados que han entregado a algunos productores del campo plantas para trasplantar en lugares abiertos, con el fin de ver la respuesta de la planta y mejorar los procesos.
El germoplasma es una pasión
“He dedicado muchos años de mi vida a formar a las personas, sobre todo a estudiantes de pregrado, productores/as, campesinos/as. He brindado asesoría a instituciones públicas, incluso, hasta fuera del país. Ahora bien, lo del germoplasma es una pasión, de verdad que lo es, desde la primera vez que lo hice en la Facultad de Agronomía en una materia que llaman propagación de plantas. A mí me gustan los problemas, me gustan las soluciones y optimizar; siempre busco todas las opciones. Yo creo que sacrifiqué más de 100 meristemas de yuca para poder llegar a extraerlos con la perfección que se requiere. En mi tesis hice casi 150 meristemas para validar un experimento que estábamos haciendo allí para la limpieza de germoplasma de yuca. De ahí nació esa curiosidad de ver los germoplasmas, las plantas in vitro, todas son igualitas. Es muy difícil ver la diferencia porque en ese estado está muy juvenil, rejuvenecida, limpia y para mí eso ya es una maravilla. Ya no me asombra como en la facultad, pero siguen siendo mis consentidas”, acotó.
Actualmente, el investigador Juan Mateus es el orgulloso encargado del Banco de Germoplasmas del IDEA que ya cuenta con 87 clones de yuca blanca y amarilla, 62 clones de papa, 12 clones de batata y 12 variedades de musáceas, topocho, cambur, pineo gigante, manzano morado, entre otros.
“Normalmente se mantienen 20 plantas por clon, y puedes sacar una cuenta aproximada de 1700 matas de colección de yuca, y unas 1200 a 1300 plantas de papa. Hoy día, estamos promoviendo la interacción de un proyecto de semilla con el personal del Centro de Investigaciones del Estado para la Producción Experimental Agroindustrial (Ciepe). Queremos iniciar un cruzamiento de dos variedades emblemáticas de papa para producir una nueva progenie que tenga adaptación a piso bajo y también al estrés hídrico. El reto que sigue es bajar la papa de altura y que tenga buen rendimiento con temperaturas un poco más altas. Es el desafío que tenemos hoy día, y le estoy haciendo el debido seguimiento. También estamos innovando y experimentando con piña, ñame, plantas aromáticas y fresa”, indicó.
Prensa Mincyt/Karina Depablos.